Revista Monaguillos

               

lunes, 16 de diciembre de 2013

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La Navidad y sus Tradiciones: Las Posadas


Las posadas son fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad.
Comienzan el día 16 de diciembre y terminan el día 24 de diciembre





Un poco de historia


Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, o lo que se acostumbraba hacer, en tiempos pasados. Son los hechos u obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita. La palabra tradición viene del latín traditio que viene del verbo tradere, que significa entregar. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado.

En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas mejor.

Existen muchas tradiciones y costumbres que se celebran en el tiempo de Adviento y de la Navidad.

A continuación, presentaremos una de ellas con una pequeña explicación acerca de su significado y origen:

Las Posadas



Origen de la tradición:

Las posadas son fiestas que tienen como fin, preparar la Navidad. Comienzan el día 16 y terminan el día 24 de Diciembre.


Su origen se remonta a los tiempos de la conquista, cuando los españoles llegaron a México, los aztecas creían que durante el solsticio de invierno, el dios Quetzalcóatl (el sol viejo) bajaba a visitarlos. Cuarenta días antes de la fiesta, compraban los mercaderes a un esclavo en buenas condiciones y lo vestían con los ropajes del mismo dios Quetzalcóatl. Antes de vestirlo, lo purificaban lavándolo. Salían con él a la ciudad y él iba cantando y bailando para ser reconocido como un dios. Las mujeres y los niños le ofrecían ofrendas. En la noche, lo enjaulaban y lo alimentaban muy bien.


Nueve días antes de la fiesta, venían ante él dos "ancianos muy venerables del templo" y se humillaban ante él. Durante la ceremonia, le decían: "Señor, sabrás que de aquí a nueve días se te acabará este trabajo de bailar y cantar porque entonces has de morir". Él debía responder: "Que sea muy en hora buena". Llegado el día de la fiesta, a media noche, después de honrarlo con música e incienso, lo tomaban los sacrificadores y le sacaban el corazón para ofrecérselo a la luna. Ese día en los templos se hacían grandes ceremonias, dirigidas por los sacerdotes, que incluían ritos y bailables sagrados, representando la llegada de Quetzalcóatl, así como ofrendas y sacrificios humanos en honor a él.


Durante el mes de diciembre, no sólo festejaban a Quetzalcóatl, sino que también celebraban las fiestas en honor a Huitzilopochtli. Estas fiestas duraban veinte días, iniciaban el 6 de diciembre y terminaban el 26 del mismo mes, eran fiestas solemnes que estaban precedidas por 4 días de ayuno y en las que se coronaba al dios Huitzilopochtli poniendo banderas en los árboles frutales. Esto es a lo que llamaban el "levantamiento de banderas". En el gran templo ponían el estandarte del dios y le rendían culto.


El pueblo se congregaba en los patios de los templos, iluminados por enormes fogatas para esperar la llegada del solsticio de invierno. El 24 de diciembre por la noche y al día siguiente, 25 de diciembre, había fiestas en todas las casas. Se ofrecía a los invitados una rica comida y unas estatuas pequeñas de pasta llamada "tzoatl".


Los misioneros españoles que llegaron a México a finales del siglo XVI, aprovecharon estas costumbres religiosas para inculcar en los indígenas el espíritu evangélico y dieron a las fiestas aztecas un sentido cristianos, lo que serviría como preparación para recibir a Jesús en su corazón el día de Navidad.


En 1587 el superior del convento de San Agustín de Acolman, Fray Diego de Soria, obtuvo del Papa Sixto V, un permiso que autorizaba en la nueva España la celebración de unas Misas llamadas "de aguinaldos" del 16 al 24 de diciembre. En estas Misas, se intercalaban pasajes y escenas de la Navidad. Para hacerlas más atractivas y amenas, se les agregaron luces de bengala, cohetes y villancicos y posteriormente, la piñata.


En San Agustín de Acolman, con los misioneros agustinos, fue donde tuvieron origen las posadas.

Los misioneros convocaban al pueblo al atrio de las iglesias y conventos y ahí rezaban una novena, que se iniciaba con el rezo del Santo Rosario, acompañada de cantos y representaciones basadas en el Evangelio, como recordatorio de la espera del Niño y del peregrinar de José y María de Nazaret a Belén para empadronarse. Las posadas se llevaban a cabo los nueve días previos a la Navidad, simbolizando los nueve meses de espera de María. Al terminar, los monjes repartían a los asistentes fruta y dulces como signo de las gracias que recibían aquellos que aceptaban la doctrina de Jesús.


Las posadas, con el tiempo, se comenzaron a llevar a cabo en barrios y en casas, pasando a la vida familiar. Estas comienzan con el rezo del Rosario y el canto de las letanías. Durante el canto, los asistentes forman dos filas que terminan con 2 niños que llevan unas imágenes de la Santísima Virgen y de San José: los peregrinos que iban a Belén. Al terminar las letanías se dividen en dos grupos: uno entra a la casa y otro pide posada imitando a San José y la Santísima Virgen cuando llegaron a Belén. Los peregrinos reciben acogida por parte del grupo que se encuentra en el interior. Luego sigue la fiesta con el canto de villancicos y se termina rompiendo las piñatas y distribuyendo los "aguinaldos".


Significado de la tradición:


Las posadas son un medio para preparar con alegría y oración nuestro corazón para la venida de Jesucristo, y para recordar y vivir los momentos que pasaron José y María antes del Nacimiento de Jesús.


Algo que no debes olvidar

Debemos vivir las tradiciones y costumbres navideñas con el significado interior y no sólo el exterior para preparar nuestro corazón para el nacimiento de Jesús.


Cuida tu fe


Algunas personas te podrán decir que estas costumbres y tradiciones las ha inventado la gente para divertirse y los comercios para vender. Recuerda que hay mucho significado detrás de cada una y trata de vivir estas tradiciones con el sentido profundo que tienen. Así, el 24 de diciembre no solo será un festejo más, sino que habrás preparado tu corazón con un verdadero amor a Dios y a tu prójimo.

fuente: catholic.net

sábado, 30 de noviembre de 2013

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El tiempo del Adviento


El Adviento, preparación para la Navidad
Tiempo para prepararse y estar en gracia para vivir correctamente la Navidad.




Significado del Adviento
La palabra latina "adventus" significa “venida”. En el lenguaje cristiano se refiere a la venida de Jesucristo. La liturgia de la Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la Navidad, como una oportunidad para prepararnos en la esperanza y en el arrepentimiento para la llegada del Señor.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa penitencia. 

El tiempo de Adviento es un período privilegiado para los cristianos ya que nos invita a recordar el pasado, nos impulsa a vivir el presente y a preparar el futuro. 




Esta es su triple finalidad:

- Recordar el pasado: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. El Señor ya vino y nació en Belén. Esta fue su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. Esta fue su primera venida.
- Vivir el presente: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la justicia y en el amor.

- Preparar el futuro: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Jesucristo en la "majestad de su gloria". Entonces vendrá como Señor y como Juez de todas las naciones, y premiará con el Cielo a los que han creído en Él; vivido como hijos fieles del Padre y hermanos buenos de los demás. Esperamos su venida gloriosa que nos traerá la salvación y la vida eterna sin sufrimientos.

En el Evangelio, varias veces nos habla Jesucristo de la Parusía y nos dice que nadie sabe el día ni la hora en la que sucederá. Por esta razón, la Iglesia nos invita en el Adviento a prepararnos para este momento a través de la revisión y la proyección:


Revisión: Aprovechando este tiempo para pensar en qué tan buenos hemos sido hasta ahora y lo que vamos a hacer para ser mejores que antes. Es importante saber hacer un alto en la vida para reflexionar acerca de nuestra vida espiritual y nuestra relación con Dios y con el prójimo. Todos los días podemos y debemos ser mejores.


Proyección: En Adviento debemos hacer un plan para que no sólo seamos buenos en Adviento sino siempre. Analizar qué es lo que más trabajo nos cuesta y hacer propósitos para evitar caer de nuevo en lo mismo.


Algo que no debes olvidar

El adviento comprende las cuatro semanas antes de la Navidad. 
El adviento es tiempo de preparación, esperanza y arrepentimiento de nuestros pecados para la llegada del Señor.

En el adviento nos preparamos para la navidad y la segunda venida de Cristo al mundo, cuando volverá como Rey de todo el Universo.
Es un tiempo en el que podemos revisar cómo ha sido nuestra vida espiritual, nuestra vida en relación con Dios y convertirnos de nuevo.
Es un tiempo en el que podemos hacer un plan de vida para mejorar como personas.


Cuida tu fe

Esta es una época del año en la que vamos a estar “bombardeados” por la publicidad para comprar todo tipo de cosas, vamos a estar invitados a muchas fiestas. Todo esto puede llegar a hacer que nos olvidemos del verdadero sentido del Adviento. Esforcémonos por vivir este tiempo litúrgico con profundidad, con el sentido cristiano.
De esta forma viviremos la Navidad del Señor ocupados del Señor de la Navidad.




Fuente: Catholic.net 

miércoles, 16 de octubre de 2013

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QUEHACERES DE LOS MONAGUILLOS.

jueves, 22 de agosto de 2013

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EL AÑO LITÚRGICO


La iglesia quiere que todos sus hijos vivan profunda y conscientemente en misterio de Cristo. Este deseo de la iglesia nace de su propia misión de evangelizar, santificar y guiar a los hombres hacia la vida eterna.


     Esta misión la realiza la iglesia de muchas maneras: una de ellas es ayudando a los cristianos a revivir durante el año la obra salvadora de Jesucristo. Ello lo hace por medio del llamado AÑO LITURGICO dentro del cual se conmemoran los misterios de nuestra redención, es decir, desde la encarnación, la navidad, la cuaresma, el misterio pascual, Ascensión, pentecostés y hasta la festividad de Cristo rey.

    El año litúrgico es el ciclo de fiestas y domingos que a lo largo del año civil van proporcionando al cristiano el medio más adecuado para llegar al conocimiento del misterio de la salvación. Todo este ciclo gira en torno a la gran Fiesta de la pascua.

   “La iglesia conmemorando los misterios de la redención, abre las riquezas del poder santificador, y de los meritos de sus señor, de tal manera que en cierto modo se hacen presentes en todo tiempo para que puedan los fieles ponerse en contacto con ellos y llenarse de la gracia de la salvación”.


                                                                                                                                                                                                                         TIEMPO DE ADVIENTO. 
                                                                             (Ornamentos morados)
                                                                                  

Con el adviento comienza el año litúrgico la palabra “adviento” significa llegada. ¿De qué llegada se trata? De la de nuestro salvador Jesús. La iglesia quiere,  en estos días de espera que preceden a la navidad, llenarnos de aquellos mismos deseos con que los patriarcas, los profetas y todas las almas piadosas, que Vivian antes de Jesucristo, suspiraban por la venida de un libertador. Cierto que Jesús había venido ya. Pero debe volver, al fin del mundo, para juzgarnos.
Y debe sobre todo venir a nuestros corazones y estar en ellos cada vez más plenamente.


Durante el adviento oiremos como san Juan Bautista preparó a los hombres para la  venida del Salvador. En el Jordán, los bautizó para que cambiasen de vida. Después les predicó y les pidió que abandonaran el pecado y practicaran el bien. De esta misma manera nos preparamos nosotros para la venida del Señor: abandonando el pecado y haciendo el bien por amor a Dios.




TIEMPO DE CUARESMA.
(ORNAMENTOS MORADOS).


    Ya ha llegado el tiempo de prepararse santamente para la gran fiesta de pascua. 
Todos los cristianos deben considerar la Cuaresma como un tiempo que Dios nos concede para arrepentirnos de nuestros pecados, para luchar contra los vicios y para amar mejor a Dios. Como antiguamente el profeta Joel, así la Iglesia nos invita ahora a hacer penitencia para conseguir el perdón de nuestros pecados y para poder, al llegar la Pascua, gustar de la alegría que el Señor Resucitado concede a los que viven en estado de gracia.


SEMANA SANTA.
    Entramos en la última semana de Cuaresma. Es la semana grande, por la grandeza de los misterios que en ella se celebran. La Iglesia nos lleva paso a paso trás Jesús en estos últimos días de su vida terrestre. Son los días de dolor. Vamos a asistir a la muerte del Hijo de Dios; pero también a su resurrección. Recordemos que nuestros pecados contribuyeron a clavar a Jesús en la cruz. Que nuestros corazones se llenen ahora de compasión por los padecimientos de nuestro Salvador, a fin de que tengamos parte en ellos para salvación nuestra.




FIESTA DE NAVIDAD.

25 DE DICIEMBRE (ORNAMENTOS BLANCOS).
 
¡Navidad! ¡Navidad! Anuncio de alegría, ¡oh radiante noche que llena el canto de los Ángeles y que ilumina la estrella milagrosa! El divino Niño ha nacido ya. La segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios Hijo, une su naturaleza divina a la naturaleza humana y trae la paz a los hombres de buena voluntad. Que nuestros corazones se entreguen a la piedad y a la alegría. Al altar va a venir, de una manera invisible pero absolutamente real, este mismo Jesús que se reclinó en el pesebre de Belén.
Adorémosle; y para recibirle, llevémosle un corazón lleno de amor.






EPIFANIA DE NUESTRO SEÑOR.
6 DE ENERO (ORNAMENTOS BLANCOS).


    “Alegraos en el Señor –exclama
San León Magno– porque a los pocos días de la solemnidad de la Navidad de Cristo, brilla la fiesta de su manifestación; y el que la Virgen había dado a luz en aquel día, es reconocido en éste por el mundo (Homilía 32,1). Jesús se manifiesta hoy y es reconocido como Dios.

    “Hemos visto su estrella en Oriente y venimos con dones a adorable”. En estas palabras del versículo del Aleluya sintetiza la Misa este día la conducta de los Magos.
Divisar la estrella y ponerse en camino, fue todo uno. No dudaron, porque su fe era sólida, firme, maciza. No titubearon frente a la fatiga del largo viaje, porque su corazón era generoso. No lo dejaron para más tarde, porque tenían un ánimo decidido.

    En el cielo de nuestras almas aparece también frecuentemente una estrella misteriosa: es la inspiración íntima y clara de Dios que nos pide algún acto de generosidad, de desasimiento, o que nos invita a una vida de mayor intimidad con él. Si nosotros siguiéramos esa estrella con la misma fe, generosidad y prontitud de los Magos, ella nos conduciría hasta el Señor, haciéndonos encontrar al que buscamos.

    Los Magos continuaron buscando al Niño aún durante el tiempo en que la estrella permaneció escondida a sus miradas; también nosotros debemos perseverar en la práctica de las buenas obras aún en medio de las más oscuras tinieblas interiores: es la prueba del espíritu, que solamente se puede superar con un intenso ejercicio de pura y desnuda fe. Sé que Dios lo quiere, debemos repetirnos en esos instantes, sé que Dios me llama, y esto me basta: “Sé a quién me ha confiado y estoy seguro” (2Tm. 1, 12); sé muy bien en qué manos me he colocado y a pesar de todo lo que pueda sucederme, no dudaré jamás de su bondad.


Animados con estas disposiciones, vayamos también nosotros con los Magos a la gruta de Belén. “Y así como ellos en sus tesoros ofrecieron al Señor místicos dones, también del fondo de nuestros corazones se eleven ofrendas dignas de Dios” (San León Magno, Homilía, 32, 4).




JUEVES SANTO.
(ORNAMENTOS BLANCOS).


La Misa del Jueves Santo nos recuerda la institución misma de este sacrificio, cuando en la última Cena, “la víspera de su Pasión”, el Salvador convirtió el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre, para darse en alimento a sus discípulos. Pero, no contento con fortalecer a sus apóstoles en esta primera y emocionante comunión, quiso por medio de ellos extender este don de la Eucaristía a la humanidad entera: por eso les mandó que ellos a su vez repitieran lo mismo que Él había hecho.

Toda la Misa del Jueves Santo está llena de este recuerdo de la Eucaristía y del amor perene de Jesús a nosotros, al que por nuestra parte debemos corresponder con nuestra adoración al Santísimo Sacramento expuesto permanentemente. También se nos recuerda el gran “mandato” de nuestro Señor, el de la caridad fraterna. Debe conocerse que somos cristianos porque nos queremos unos a otros con amor verdadero, de obras, como el que mostró Jesús a sus discípulos lavándoles los pies.


EL VIERNES SANTO.
(ORNAMENTOS ROJOS).

    El Viernes Santo nos recuerda la muerte de nuestro Señor y Salvador Jesús. Es un día de intenso luto, porque lloramos a Cristo muerto de la cruz por expirar los pecados que hemos cometido nosotros. Sus padecimientos son vivos y profundos; su muerte, dolorosa como no ha habido otra. Pero sabemos que Jesús no queda muerto para siempre: va a resucitar, y la Noche de Pascua vendrá después del Viernes Santo.
 Hoy no se celebra Misa. Pero al final de la comunión con las formas consagradas en la Misa del Jueves Santo, que para eso se trasladan del monumento al altar. Así en esta solemnidad litúrgica de la “tarde de la Pasión y Muerte del Señor,” leemos en la Sagrada Escritura, elevamos a Dios nuestras oraciones, adoramos la cruz y nos unimos al Señor por la comunión.





VIGILIA PASCUAL Y PASCUA.

(ORNAMENTOS BLANCOS).


Con la Santa Noche Pascual, que va desde la tarde del Sábado Santo hasta la mañana del Domingo de Resurrección, la Iglesia celebra la más grande de todas las solemnidades del año litúrgico. Porque en esta noche feliz nuestro Señor Jesucristo resucitó, saliendo victoriosamente del sepulcro. 
Con su muerte pagó la deuda del pecado y de la muerte que desde Adán tenían los hombres contraída. Con su Resurrección gloriosa venció para siempre a la muerte y al pecado, y devolvió a los hombres la gracia de Dios que se les había dado al principio, antes del pecado. En adelante son llamados otra vez a hacerse hijos de Dios, a poseer la vida eterna y la felicidad del cielo. Ese es el motivo de esta Vigilia pascual, tan santa y tan solemne.


Vigilia quiere decir “velada, noche pasada en vela”, porque en esta santísima noche la Iglesia vela y ora para honrar la Resurrección del Señor. Así ella se une a la vida nueva y divina que el Señor va a extender con mayor abundancia sobre todos los que se juntan en su nombre. Esta vigilia es una fiesta, la verdadera fiesta de Pascua.



PENTECOSTÉS.
(ORNAMENTOS ROJOS).


Cincuenta días después de la Resurrección del Salvador, estando reunidos los apóstoles en el Cenáculo, el Espíritu Santo bajó sobre ellos, como Jesús les había prometido. A todos los que han recibido el bautismo, el Espíritu Santo se les da como a los apóstoles, pero a cada uno en la medida en que Dios quiere. Hay que pedir mucho al Espíritu Santo, para que su amor nos mantenga fieles a Jesús. Hay que pedirle mucho igualmente que dirija bien a toda la Iglesia en la tierra, principalmente a nuestro Santo Padre el Papa, a nuestro Obispo, a nuestro párroco y a todos los sacerdotes.


   





- LOS COLORES DEL CALENDARIO LITÚRGICO.

   El calendario litúrgico de la Iglesia se divide en: Adviento, Navidad, Tiempo ordinario, Cuaresma, Pascua, y Pentecostés.


   Los colores que utiliza el sacerdote en la casulla están determinados por el ciclo litúrgico o por la fiesta que se celebra en ese día y nos están hablando así:

   El color verde se utiliza durante el Tiempo Ordinario y nos habla de esperanza y vida.

   El color morado: se usa tanto para la Cuaresma, como para el Adviento, así como el día de los fieles difuntos y representa la penitencia y el ayuno.
 
   El color rojo es para el domingo de Ramos,
Viernes Santo, Pentecostés, el día de la Santa Cruz y también para la fiesta de algún mártir y simboliza el amor y el testimonio.


   El color Blanco se utiliza en Pascua, Navidad y nos recuerda la pureza, la alegría y la fiesta.

Fuente: Manual del Monaguillo
Fuente: Comisión de Promoción Vocacional Sacerdotal Arquidiocesana. 

lunes, 15 de julio de 2013

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Equipo Liturgico

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MONAGUILLO: LA PALABRA DE DIOS NOS ILUMINA

Leamos el Evangelio de San Lucas el capítulo:

22, versículos: 14. 17-20. Para descubrir quién
es el centro de nuestras celebraciones y quié-
nes son los más cercanos a ese centro.
¿Cuál es el papel de los más cercanos? Para
descubrirlo lean Lucas capítulo 22, versículo
27.
Después de haber leído la palabra de Dios,
platiquemos sobre cuál debe ser el papel de
los monaguillos en las celebraciones litúrgicas.

¿Por qué debemos actuar siempre con entusiasmo y empeño?

Fuente: Manual del Monaguillo
Comisión de Promoción Vocacional de la Arquidiócesis de México.
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MONAGUILLO ES EL QUE ACOMPAÑA A JESÚS

El Monaguillo es el que acompaña, el que sigue el mismo camino del sacerdote que representa a Jesús.
Su tarea es la de servir al sacerdote en el altar. Ayuda y sirve al sacerdote en las funciones de la sagrada liturgia, de manera especial en la Eucaristía y en el Bautismo.

En nuestro país este servicio lo realizan los niños y adolescentes.
Los monaguillos no reciben el misterio instituido, a los que si lo reciben se les llama Acóli- tos y son personas de mayor edad, jóvenes y adultos.


Cuando el Monaguillo asiste al Sacerdote, ministro representante de Cristo en el altar, ayuda muy de cerca al mismo Jesucristo en el Sacrificio de la Eucaristía y está en contacto con las cosas dedicadas al uso de Jesús.
Por eso el Monaguillo debe distinguirse por su Piedad, es decir, por recibir frecuentemente los sacramentos de la Reconciliación y de la Comunión; por la constante práctica de la oración y por su gusto y alegría por participar en celebraciones litúrgicas.

El Monaguillo se presenta limpio a todas las ceremonias. Está atento, es muy servicial y tiene un gran respeto para el Sacerdote, para sus compañeros, para el templo y para los objetos que sirven para el culto divino.


Fuente: Manual del Monaguillo
Comisión de Promoción Vocacional de la Arquidiócesis de México.

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